Negro sobre blanco, la función del tintero

Gracias a un tintero y una pluma hemos sido partícipes de las más increíbles aventuras, los más hermosos sueños y los peores miedos de la condición humana. A través de él, las musas inspiraban a unos seres especiales, hombres y mujeres de sensibilidad excepcional llamados escritores, para que dejaran constancia para la eternidad de todas esas emociones y sentimientos que se resumen en la búsqueda de la belleza y la verdad, eterno anhelo del ser humano.



Por ello, este tintero pretende ofrecer al cansado navegante del siglo XXI un espacio en el que disfrutar de esa búsqueda apasionante a través de la literatura y el arte. Quién sabe la magia que puede guardar en su interior. Disfrutad el viaje.

sábado, 7 de agosto de 2010

Truman Capote, la fragilidad de un genio


El mundo complejo, sinuoso, fascinante del arte y la cultura sigue impresionando al ser humano porque desde que Aristóteles en su Poética describió con precisión el sentimiento de catarsis, de purificación , que los humanos vivimos al asistir a una representación teatral, o al leer un buen libro nos sentimos seguros, aprendemos de aquello que seres iguales a nosotros plasman encima de un escenario o en un amasijo de páginas. Ahora bien, ¿son esos seres iguales en todo su sentido a el común de los mortales? Creo que esta es una pregunta esencial que va vertebrando la esencia de los diferentes frescos individuales, únicos, que van componiendo el collage de “Retratos” y la propia biografía de uno de los mejores autores del siglo XX: Truman Capote.


Y es que el mismo carácter del autor de esta maravillosa e interesante mèlange de personalidades e impresiones, Truman Capote, es todo menos común. El que un niño sureño con escasas referencias familiares lograra trasladarse a una gran ciudad cosmopolita como New York ya es un éxito. Pero el hecho de que además, al rodearse de las estrellas más rutilantes y los personajes más interesantes de la época lograra tener tanto éxito como ellos y pasar a la posteridad por su propio estilo peculiar, algo estrambótico pero sincero incluso al relatar algo tan horrible como un crimen, es ya algo que sobrepasa cualquier expectativa y que muestra claramente que no estamos ante alguien común, sino ante un ser con especial sensibilidad. Y es que ahí radica el misterio del glamour que ofrecen al común de los mortales las rutilantes estrellas del cine o del teatro, su especial sensibilidad.

De otro modo, ¿cómo es posible que puedan meterse literalmente en la piel de tantos personajes distintos en situaciones que serían desconocidas para alguien común durante el resto de su vida? En uno de los pequeños frescos de “Retratros” el mismísimo Marlon Brando nos da la respuesta: “un ser sensible es alguien que recibe 50 impresiones mientras que otra recibiría sólo siete”.


Lo primero que cabe destacar de “Retratos” es que su autor pone toda su sensibilidad para escuchar a lo que personajes de la talla del mismo Brando, Elisabeth Taylor o Marilyn Monroe tienen que decirle. Ejerce de psicoanalista, pilla a sus víctimas por sorpresa en ambientes poco alejados del glamour Hollywoodiense – en un entierro en el caso de Marilyn o durante el rodaje de una película- para mostrarnos que sí, son seres excepcionales pero con las mismas inseguridades, miedos y debilidades que cualquier currito. Sin las luces de las candilejas siguen siendo seres que buscan conseguir metas aunque aparentemente parece que lo tengan todo. Todos tienen una historia.


Así, descubrimos a un Brando inquieto intelectualmente, quizá algo abrumado por el peso de la fama pero que se nos revela en suma como una persona de gran genialidad y talento indiscutible, a una Elisabeth Taylor enamorada e insegura y a una Marilyn mucho más reflexiva, profunda y sensible de lo que su imagen de mito sexual podría llevarnos a pensar.


Cuando somos niños – y no tan niños- admiramos a esta clase de personas sin conocerlas , simplemente porque pensamos que deben de ser muy especiales para haber llegado a ese estatus de celebridad y éxito. Lo que no podemos imaginarnos es que Humprey Bogart antes de ser Bogie y casarse con Lauren Bacall fue un empleado de banco, o que Karen Blixen, una baronesa proveniente de Dinamarca, se embarcara hacia África, decidiera establecerse durante un tiempo allí y lograra vivir una de las historias de amor más hermosas que se han visto.


En definitiva, Capote nos hace comprender a través de su ojo crítico, sincero y algo mitómano que, pese a su sensibilidad especial nuestros ídolos no son más que seres humanos atrapados en un mundo de glamour, nostalgia y, a veces miedo. Puro polvo de estrellas.

Reflejos

La vida es una pura sucesión de imágenes. De hecho, vivimos en la sociedad de la imagen. A través del cine, la televisión o la pintura, vemos constantemente representaciones de lo que somos, o, más bien, de lo que nos gustaría ser. En este entramado visual hay dos elementos que se repiten y que siempre nos muestran una representación fiel, veraz, de lo que vemos y somos: el agua y el espejo.
El agua es el elemento clave para la vida, en el que nos sentimos seguros y arropados. No debemos olvidar que vivimos en un planeta compuesto en sus tres cuartas partes por este elemento.

Por otro lado, el espejo es una superficie limpia, una ventana al alma, a lo que somos. En él está escrito el mejor de los retratos posibles y, también, el más duro, porque es la mejor copia directa de la realidad.

En este punto, entre los sauces llorones y los pequeños charcos que se forman alrededor del estanque del parque pamplonés de Yamaguchi, se suceden imágenes de la vida de una de las mejores escritoras de todos los tiempos: Virginia Woolf.

Ella vivió toda su infancia en una casa de siete pisos con su numerosa y abultada familia compuesta de ocho hermanos, en pleno corazón de la gran metrópoli que es Londres. Así, lo primero que veían los niños Stephen desde su habitación de juegos en el número 22 de Hyde Park Gate era la majestuosa y sobria belleza de los jardines de Kensignton. Allí, entre los parterres de flores y el estanque redondo se desarrolló la niñez de Virginia y Vanessa, las dos hermanas que en un futuro se convertirían en el centro de uno de los grupos literarios más interesantes y enriquecedores del siglo XX: el grupo de Bloomsbury. Allí, en las largas excursiones invernales y en los juegos infantiles, nació la peculiar sensibilidad pictórica de Vanessa y el arrollador ingenio y talento narrativo de Virginia.

Por estas razones, las palabras son la mejor arma para expresar este mundo de imágenes, como un talismán que sirva para trasladarnos al Londres victoriano. La cadencia del agua y los reflejos de las gotas de lluvia acentúan aún más si cabe la melancolía del lugar, como si faltasen en él sus protagonistas principales, Vanessa y Virginia. Precisamente el agua fue el elemento decisivo en el final de Virginia.

Ella, que poseía una mente abierta, ingeniosa y lúcida también estaba aquejada de un trastorno bipolar que la sumía en profundas crisis y depresiones. En el verde profundo de sus ojos se nota esa necesidad de equilibrio, de serenidad en su vida. La solución a ese mal la encontró un día de abril de 1941 cuando, colocándose piedras en su abrigo se sumergió en el río Ouse, mitigando para siempre sus fantasmas. El mismo agua que veo fluir tranquila en este apacible estanque parece esconder infinitos secretos vedados al común de los mortales. Quizá a través de la transparencia de las palabras y su poder, se resuelva el enigma.